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Foto portada: aplastandolasalmendras.blogspot.com



sábado, 8 de octubre de 2011

Después de mí, el diluvio

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JUAN CARLOS PÉREZ-TORIBIO |  EL UNIVERSALsábado 8 de octubre de 2011  08:15 AM
En un estudio publicado recientemente por el Centro Gumilla, titulado "Valoraciones de la democracia" y que tiene como base una encuesta realizada en diferentes sectores de la población, se concluye que casi la mitad de los venezolanos tememos hablar de política con nuestros vecinos. Por una especie de perversión literaria, iba a escribir "de repente nos hemos convertido en una sociedad llena de temores". Pero para ser honesto, la cosa no ha sido tan de repente. Aquí nada se ha llevado a cabo en estos últimos años repentinamente, sino más bien con paciencia digna de artesano. Son muchos los miedos que nos embargan y que no merece la pena volver a nombrarlos, pero a estos se agrega ahora otro que se está tratando de inocular en nuestra sociedad y es que con la pérdida electoral del líder, el país entraría en un caos y un desbarajuste digno delLibro de las revelaciones, donde se terminarían todas las misiones, se perseguiría a los miembros de los consejos comunales, se destruiría el censo para la Gran Misión Vivienda Venezuela, y se despojaría a los ciudadanos de las pocas viviendas que se les han otorgado en este tiempo (según Julio Borges 14.000 de las de las 105.000 que deberían haber sido entregadas para esta fecha). 

En el magistral film de Cristopher Nolan Inception, estrenado el año pasado en nuestro país, Dominic Cobb, interpretado por Leonardo DiCaprio, pregunta: "¿Cuál es el parásito más resistente?... ¿La bacteria?... ¿Un virus?... ¿Una lombriz intestinal?". Y él mismo se contesta: "La idea. Una idea es resistente y altamente contagiosa. Una vez que una idea toma fuerza en el cerebro, es casi imposible de erradicar. Una idea que se forma totalmente y es totalmente comprendida, se queda". 

A pesar de ser un sentimiento y tener componentes fisiológicos, escritores como la catedrática londinense Joanna Bourke, autora de El miedo: una historia cultural, han sostenido que el miedo es un arma de dominación y control político, que se puede inducir y aprovechar políticamente. De ahí que el siempre atinado Maquiavelo aconsejara al príncipe, ya en el siglo XVI, que la mejor manera de mantenerse en el poder era buscar ser temido más que amado, porque el amor es voluble y voluntario, mientras que el temor permanece mientras permanezca la amenaza. 

Es gracioso, antes los comunistas decían que quien metía miedo a los ciudadanos y decían cualquier barbaridad de ellos (que si "comían niños" etc.) eran los burgueses, pero ahora la cosa inexplicablemente se ha volteado. Es natural que los defensores del modo de producción capitalista metan miedo porque, entre otras cosas, saben, como Cobb en la película de Nolan, el poder que tienen las ideas, pero que esto también lo hagan quienes sólo creen en el desarrollo de las fuerzas productivas y en la evolución material de la historia, no se entiende. Recordemos que Marx y Engels ya nos decían en La Ideología alemana que "el comunismo no es un estado que debe implantarse, un ideal al que haya de sujetarse la realidad". Y que lo que ellos llamaban comunismo "era el movimiento real que anulaba y superaba el estado de cosas actual". Si esto es así, ¿por qué preocuparse por unas simples elecciones, si al fin y al cabo marchamos inexorablemente hacia una "sociedad más justa"?, ¿o es que no es así? Es más, si las cosas son de esa manera, ¿por qué se necesita ese culto a la personalidad que se ha venido desarrollando?, ¿o es que tampoco se cree en el "poder creador del pueblo"? 

No se sabe con exactitud si fue Luis XV el que acuñó la frase con que hemos titulado esta columna, y tampoco si lo que quería decir con ello era que le importaba un carrizo lo que sucediera después de su muerte o que después de su desaparición física los franceses perderían la paz vivida durante su reinado; en nuestro caso sí está claro que se pretende hacer ver que un triunfo de la oposición y una pérdida de nuestro líder, volvería el país ingobernable. Amanecerá y veremos, pero, ¿puede haber un estado de anomia superior al que estamos viviendo? 


@pereztoribio 

www.diariosdelaincertidumbre.com 
 

EL BLOG OPINA

                              Ciertamente el artículo no tiene desperdicio. Los vericuetos de la política son tan amplios e insoslayables como la mente. No existe ser mas enfermo que aquel que se cree absolutamente saludable, como tampoco loco más evidente que aquel que hace alardes de su cordura. La historia siempre será un termómetro para detectar las "fiebres" de aquellos que son sanos solamente de palabra y que en realidad son enfermos de oficio.


Material gráfico: elcorreodelorinoco.com