Bienvenidos al Blog, amigos todos...



Juan Yáñez les saluda y es su deseo compartir con todos aquellos que se acercaron a este espacio a traves del maravilloso mundo de la WEB.




Es la intención del presente medio participar y compartir en la Cultura Universal..., en los hechos de la sociedad y en sus protagonistas. De paso si cuadra, si hay tiempo y espacio.., escudriñar en la política, aunque solo con ojo crítico. (Advertimos que no pertenecemos a ninguna ideología partidista, más que todo por ser unos soberanos ignorantes y poco entusiastas en la materia).



Aquí tienen cabida las palabras, las ideas, las opiniones y todo aquello que se sustancie dentro del más amplio eclecticismo y con el mayor respeto y camaradería...


Foto portada: aplastandolasalmendras.blogspot.com



domingo, 23 de marzo de 2014

Símbolos de nuestra soledad



  
 "Los Naúfragos de La Medusa", pintura de Tedore Gericault 


De Ulises a Robinson, floten a la deriva o pasen años en islas perdidas, los náufragos son una parte irresistible del imaginario colectivo

JACINTO ANTÓN  23.03.2014 EL PAIS ESPAÑA

Naufragar es consustancial a navegar, incluso a vivir podría decirse. Los náufragos célebres, reales o de ficción, se cuentan por centenares, los náufragos a secas (si se acepta la expresión) resultan incontables.
Los náufragos forman parte de nuestro imaginario colectivo, desde Ulises (arrojado una y otra vez a islas y costas extrañas) hasta el último llegado, el Robert Redford patrón del malhadado velero Virginia Jean deCuando todo está perdido, pasando por Tom Hanks y su balón de voleibol, Pi y su tigre, Robinson, claro (y el real Alexander Selkirk que lo inspiró), los que penan eternamente en la pintada balsa de la Medusa, la pizpireta y pubescente Brooke Shields de El lago azul, o ese microcosmos que son los supervivientes del buque torpedeado por un submarino cuyo propio capitán nazi acaba en el bote con ellos, hasta que se libran de él (Lifeboat, deHitchcock, sobre una historia de Steinbeck). Sin olvidar al más paradigmático de los náufragos periodísticos y del que es un sosias nuestro pescador de tiburones salvadoreño: el marinero de la armada colombiana Luis Alejandro Velasco, caído del destructor Caldas e inmortalizado por el gran Gabriel García Márquez en Relato de un náufrago que estuvo diez días a la deriva en una balsa sin comer ni beber, que fue proclamado héroe de la patria, besado por las reinas de la belleza y hecho rico por la publicidad, y luego aborrecido por el gobierno y olvidado para siempre.
Es fácil ver lo que tienen de irresistibles los náufragos, se salven o mueran, floten a la deriva en sus balsas o penen años en islas perdidas, se hayan hundido sus barcos o los hayan arrojado al mar malvados piratas, tripulaciones amotinadas o capitanes coléricos: nos devuelven una imagen especular de lo frágil de nuestro destino y se alzan como un símbolo primigenio de nuestra esencial soledad existencial. Todos somos náufragos en la vida y todos acabamos solos, si hay suerte en ese pacífico lecho que es el último de los atolones, si no la hay en cualquier desgraciado accidente.
Mi náufrago favorito es Ned Low, un pirata de Boston de naturaleza cruel entre cuyas atrocidades se cuenta el obligar al capitán de un ballenero capturado a comerse sus propias orejas, tras echarles sal
Cada uno tendrá sus simpatías por tal o cual náufrago. Náufrago es Jonás en el vientre de la ballena, lo es el pobre Ben Gunn, la joven de 19 años Marguerite de La Rocque que sobrevivió dos años tras abandonarla su padre por casquivana en la Isla de Demonios –que ya es sitio-; lo son los dos representantes de la corona española arrojados en las costas de Patagonia por Magallanes tras el motín en su flota, los desgraciados y los asesinos en serie del Batavia, el tan severo como buen marino capitán Bligh dejado a su suerte –que esperaban mala- en un bote por los amotinados de la Bounty, y los marineros del USS Indianápolisdevorados a centenares, uno a uno, por los tiburones y de los que formó parte el ficticio capitán Quint del Tiburón de Spielberg, que se salvó entonces aunque con ello solo logró aplazar unos años su cita con las fauces como aquel hombre que huía de la muerte en Samarcanda.
Ente los que muestran más paralelismos con el náufrago Alvarenga está Poon Lim un chino que era camarero en el vapor Benlomond hundido por un submarino alemán en 1942 y que aguantó ¡133 días! en el océano Atlántico en una balsa salvavidas hinchable antes de ser rescatado por pescadores cerca de la costa de Brasil. Lim sobrevivió a base de algunas galletas y de aprovechar todos los recursos, incluido el comerse el hígado de un tiburón al que mató y beberse la sangre de las aves marinas que lograba capturar.

Mi náufrago favorito, sin embargo, es Ned Low, un pirata de Boston de naturaleza cruel entre cuyas atrocidades se cuenta el obligar al capitán de un ballenero capturado a comerse sus propias orejas, tras echarles sal. Hartos de él, su propia tripulación abandonó a la deriva a Low en un bote sin comida ni agua; el marino tuvo la buena suerte de ser recogido por un barco francés aunque a continuación, así es la vida, la mala suerte de ser reconocido como pirata, y ahorcado en consecuencia.



.LOS  NÁUFRAGOS (de RECUERDOS)

Juan Yáñez

                                            Es un recuerdo que tiene que ver con el mar, ya el título lo está anunciando, aunque realmente  no estoy seguro de que lo fueran.  Pero vamos a contar  el cuento.
 Fue en un viaje a Europa, desde Buenos Aires, en 1974, en el Cristoforo Colombo, era un gran trasatlántico que como dato ilustrativo diremos que estuvo un tiempo anclado en Puerto Ordaz, como hotel flotante.
 Después  de zarpar de Río de Janeiro rumbo a la próxima escala que era  Madeira y habiendo  ya navegado quizás  un par de  días, a primera hora de la tarde  siento que  el barco aminora su marcha hasta luego detenerse. Estoy en cubierta de estribor donde ya empiezan  a reunirse otros pasajeros, algunos  señalando hacia el mar, algo que yo no había logrado ver todavía. Y era que  flotando, muy cerca,  había un pequeñísimo bote, -calculo de poco mas de tres metros  de eslora-  con una pequeña  y rudimentaria vela; y  dos hombres  a bordo. (Lo insólito era la considerable distancia de la costa en que se encontraban).  Estaban muy delgados, barbudos y tostados por el sol. Un oficial del puente,  por medio de un megáfono les habló, les preguntó en varios idiomas y repetidas veces…, si necesitaban agua o alimentos,  atención médica o instalarlos a bordo y remolcar su embarcación etc. etc. En pocas palabras ofreciéndoles la ayuda solidaria  que en estos casos (de probable emergencia) es menester. Todo ello fue negado por aquellos dos hombres por medio de gestos inequívocos y reiterativos,  los que  a pesar  de su delgadez se les veía  saludables y sonrientes.  Al final el oficial,  perplejo y vencido, les desea buen viaje, les dice adiós, que todos nosotros solidariamente también hacemos con las manos y  de inmediato  partimos. Quedamos observándolos  un rato  hasta que se convirtieron en un punto que luego desapareció, en medio de  ese inconmensurable océano, lejos de las costas, lejos de todo, con una soledad difícil de comprender, como también es   con  nuestra mente el porqué  de esa extraña  situación…