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Foto portada: aplastandolasalmendras.blogspot.com



lunes, 17 de junio de 2013

Héctor Alterio: “Mi vida es como un tango”



Sensible. Alterio asegura que “no son los años, es la vejez” lo que lo pone así . / Andrés D’Elia CINE Clarín Espectáculos

A los 83 años, y después de una década sin filmar en la Argentina, llegó para rodar “Fermín, la película”, donde interpreta a un hombre internado en un neuropsiquiátrico que sólo puede comunicarse diciendo letras de tango. Aquí, habla de la nostalgia.
17.06.2013
Héctor Alterio flota como en un tango. Adentro de este asilo público de ancianos en que se filma Fermín, la película, hay un desamparo parecido al que sintió hace 40 años. Entonces las fronteras entre interior y exterior son confusas. Ya no sabe si estar afuera es volver a la Argentina o a España. Si adentro es de uno u otro lado del océano. Si el encierro es un geriátrico o un país. “Esta profesión me lleva y me trae. Pero una cosa es ir a Roma y otra volver a Buenos Aires. Me provoca contradicción Buenos Aires. Y al principio, rechazo. El sentimiento es agridulce. Antes de aceptar volver me pregunté: ‘¿Me voy a cabrear en la Argentina?’”.
Por estos pabellones de la vejez, los altoparlantes apuñalan con milongas. Hay sillas de rueda. Miradas al vacío. Vacío. El de mirada azul plena es el hombre del inmortal Pucha, que vale la pena estar vivo.

Llevaba casi una década sin filmar en el país hasta que los directores Hernán Findling y Oliver Kolker llamaron a España con propuesta tanguera. “Quisieron que yo sea Fermín, el alterado mentalmente que sólo puede comunicarse recordando letras de tango. Un señor que tuvo un desgarro tan grande que se brotó”, explica Alterio, 83 años, alma de bandoneón. Quien dude de su alma debería conocer apenas un dato: bautizó a su hija Malena Grisel.
¿Cómo explica ese “agridulce”?


Es que al principio rechazo los encuentros. Pero una vez aquí, el sentimiento es una cosa tan impactante. Tan emotiva. Me traían desde el hotel hasta aquí, Chacarita. Pasé por Los Andes, por el Cementerio, por Federico Lacroze, Corrientes, la Avenida Forest.... ¡Todo eso me pertenece por derecho propio! ¡Pero yo me desvinculé de esa propiedad y no porque quise! De pronto me empujaron y ahora todo es muy confuso. No puedo precisar esa cosa de amor-odio. Querer y no querer.
Usted y sus dos mitades, como todo inmigrante...


Totalmente. Mis dos mitades. No hay una definición completa de lo que me pasa. Me gusta, pero no me gusta cuando estoy. Y a la inversa. Antes de venir me preguntaba: “¿Me voy a enredar en Buenos Aires?”.
La película tiene tanto que ver con el tango. ¿De qué manera se ha relacionado con el tango en su vida?


Cuando trabajaba de empleado, en vez de irme a mi casa, me tomaba el subte. Me bajaba en Callao y Corrientes. El periplo de Callao hasta Carlos Pellegrini, tanto en una acera como de la otra, era de las orquestas. Pasaban la tarde hasta la noche. Se alternaban. Entonces yo me iba casi sin comer a un local de tango, al otro, al otro. Hablo de 1945. De ahí ingreso al movimiento de teatro independiente y se produce un cambio ideológico, estético. No porque lo haya querido sino por el ambiente que me proporcionaba el teatro independiente. Eso confrontó con mi pasión por el tango que venía desde infante.
¿Y al llegar a España abandonó definitivamente el tango o se aferró más?


Se acrecentó. No hay, se quiere. No hay, se desea, se anhela. Cuando no hay, se produce una intensidad que no hay cuando tenés. Cuando no tenés, deseás más. Para que tengas una idea, mi hija que nació acá y a los seis meses fue llevada por nosotros fue llamada Malena. Y el segundo nombre, Grisel. Pum, pum. Dos sellos musicales. (Cambia de tema y se pone a cantar Porteño y bailarín).
Me hiciste tango como soy, romántico y dulzón..
. Es increíble. Alrededor de los años, presencias, ausencias, nacimientos, muertes. Y aparece un tango y te lo acordás.
¿Los años lo pusieron más sensible?


No son los años. Es la vejez. La vejez sensibiliza, se llora con más frecuencia, se tiene miedo con más frecuencia. La vejez es una actitud mental como dicen. Está bien, es actitud, pero no me vengan con ese verso. También es física y no puedo controlarla. Seguir trabajando es salud para mí. Yo no trabajo por trabajar, trabajo para vivir. Porque con el trabajo de mi mujer no alcanza solamente hoy.
Qué curioso. Uno piensa que con todo lo que usted hizo debería tener la vida económicamente resuelta...


En esta época de crisis en España no es así. No hay tanta oferta de trabajo, los espacios entre trabajo y trabajo son más largos y se agotan las reservas.
¿Qué le provocan lugares como éste, un hogar público de ancianos donde hay tanta sensación de abandono?


Estaba pensando que aquí todo se toma de modo tan natural que afecta sólo a la persona que viene de afuera. Acá dentro ni siquiera sienten el ruido. Pero el abandono es un tema más grande y permanente en todas las cosas. Venía en el auto y pensaba en los adoquines que obligan a los vehículos a andar lento. Da la sensación de que fue así toda la vida y así va a ser toda la vida. Las calles de adoquín se mezclan con mi infancia y siento todo junto. Recuerdo mi partida cuando se había producido la amenaza de la Triple A contra mí, contra Brandoni, Nacha Guevara, Norman Briski y Horacio Guarany... Es movilizante en todos los sentidos estar aquí.
¿Fantasea con volver a la Argentina para terminar sus días acá?


Lo pensé tantas veces en 40 años. Primero tenía la excusa de no provocarle a mis hijos un desarraigo como el que tuve yo. Pero cuando mis hijos dejaron de depender de mí, me empecé a buscar otras excusas.
Cuerpeó más de 100 películas. ¿Con qué sueña ya?


¿Con qué? En estos tiempos las propuestas de cine ya son milagrosas para mí. Sueño apenas con que gane el Real Madrid. Que Messi esté en Barcelona es un accidente (se ríe). De Chacarita, mi amor, no digas nada porque me da pudor ya no saber los nombres de sus jugadores. Qué se yo. Poné que sueño con seguir haciendo las cosas bien. Sólo eso.
Usted en definitiva se parece mucho a un tango...



Y sí. Mi vida es como un tango. Chan chan. Música fúnebre, lo bueno, lo malo. Después, aunque uno no pueda creerlo, pasan 40 años. Rápido, un flash. A veces me parece que fue que le pasó a otro todo esto. Qué más remedio que conformarse. ¿No?