"Los Naúfragos de La Medusa", pintura de Tedore Gericault
De Ulises
a Robinson, floten a la deriva o pasen años en islas perdidas, los náufragos
son una parte irresistible del imaginario colectivo
JACINTO ANTÓN
23.03.2014 EL PAIS ESPAÑA
Naufragar
es consustancial a navegar, incluso a vivir podría decirse. Los náufragos
célebres, reales o de ficción, se cuentan por centenares, los náufragos a secas
(si se acepta la expresión) resultan incontables.
Los
náufragos forman parte de nuestro imaginario colectivo, desde Ulises (arrojado
una y otra vez a islas y costas extrañas) hasta el último llegado, el Robert
Redford patrón del malhadado velero Virginia Jean deCuando todo está
perdido, pasando por Tom Hanks y su balón de voleibol, Pi y su tigre,
Robinson, claro (y el real Alexander Selkirk que lo inspiró), los que penan
eternamente en la pintada balsa de la Medusa, la pizpireta y
pubescente Brooke Shields de El lago azul, o ese microcosmos que son los
supervivientes del buque torpedeado por un submarino cuyo propio capitán nazi
acaba en el bote con ellos, hasta que se libran de él (Lifeboat, deHitchcock, sobre
una historia de Steinbeck). Sin olvidar al más paradigmático de los náufragos
periodísticos y del que es un sosias nuestro pescador de tiburones salvadoreño:
el marinero de la armada colombiana Luis Alejandro Velasco, caído del
destructor Caldas e inmortalizado por el gran Gabriel
García Márquez en Relato de un náufrago que estuvo diez días a la
deriva en una balsa sin comer ni beber, que fue proclamado héroe de la patria,
besado por las reinas de la belleza y hecho rico por la publicidad, y luego
aborrecido por el gobierno y olvidado para siempre.
Es fácil
ver lo que tienen de irresistibles los náufragos, se salven o mueran, floten a
la deriva en sus balsas o penen años en islas perdidas, se hayan hundido sus
barcos o los hayan arrojado al mar malvados piratas, tripulaciones amotinadas o
capitanes coléricos: nos devuelven una imagen especular de lo frágil de nuestro
destino y se alzan como un símbolo primigenio de nuestra esencial soledad
existencial. Todos somos náufragos en la vida y todos acabamos solos, si hay
suerte en ese pacífico lecho que es el último de los atolones, si no la hay en
cualquier desgraciado accidente.
Mi náufrago favorito es Ned Low, un pirata de Boston de
naturaleza cruel entre cuyas atrocidades se cuenta el obligar al capitán de un
ballenero capturado a comerse sus propias orejas, tras echarles sal
Cada uno
tendrá sus simpatías por tal o cual náufrago. Náufrago es Jonás en el vientre
de la ballena, lo es el pobre Ben Gunn, la joven de 19 años Marguerite de La Rocque que sobrevivió dos
años tras abandonarla su padre por casquivana en la Isla de Demonios –que ya es
sitio-; lo son los dos representantes de la corona española arrojados en las
costas de Patagonia por Magallanes tras el motín en su flota, los desgraciados
y los asesinos en serie del Batavia, el tan severo como buen marino
capitán Bligh dejado a su suerte –que esperaban mala- en un bote por los
amotinados de la Bounty, y los marineros del USS Indianápolisdevorados
a centenares, uno a uno, por los tiburones y de los que formó parte el ficticio
capitán Quint del Tiburón de Spielberg, que se salvó entonces aunque
con ello solo logró aplazar unos años su cita con las fauces como aquel hombre
que huía de la muerte en Samarcanda.
Ente los
que muestran más paralelismos con el náufrago Alvarenga está Poon Lim un chino
que era camarero en el vapor Benlomond hundido por un submarino
alemán en 1942 y que aguantó ¡133 días! en el océano Atlántico en una balsa
salvavidas hinchable antes de ser rescatado por pescadores cerca de la costa de
Brasil. Lim sobrevivió a base de algunas galletas y de aprovechar todos los
recursos, incluido el comerse el hígado de un tiburón al que mató y beberse la
sangre de las aves marinas que lograba capturar.
Mi
náufrago favorito, sin embargo, es Ned Low, un pirata de Boston de naturaleza
cruel entre cuyas atrocidades se cuenta el obligar al capitán de un ballenero
capturado a comerse sus propias orejas, tras echarles sal. Hartos de él, su
propia tripulación abandonó a la deriva a Low en un bote sin comida ni agua; el
marino tuvo la buena suerte de ser recogido por un barco francés aunque a
continuación, así es la vida, la mala suerte de ser reconocido como pirata, y
ahorcado en consecuencia.
. LOS NÁUFRAGOS (de RECUERDOS)
Juan Yáñez
Es
un recuerdo que tiene que ver con el mar, ya el título lo está anunciando,
aunque realmente no estoy seguro de que
lo fueran. Pero vamos a contar el cuento.
Fue en un viaje a Europa, desde Buenos Aires,
en 1974, en el Cristoforo Colombo, era un gran trasatlántico que como dato
ilustrativo diremos que estuvo un tiempo anclado en Puerto Ordaz, como hotel
flotante.
Después
de zarpar de Río de Janeiro rumbo a la próxima escala que era Madeira y habiendo ya navegado quizás un par de días, a primera hora de la tarde siento que
el barco aminora su marcha hasta luego detenerse. Estoy en cubierta de
estribor donde ya empiezan a reunirse
otros pasajeros, algunos señalando hacia
el mar, algo que yo no había logrado ver todavía. Y era que flotando, muy cerca, había un pequeñísimo bote, -calculo de poco
mas de tres metros de eslora- con una pequeña y rudimentaria vela; y dos hombres
a bordo. (Lo insólito era la considerable distancia de la costa en que
se encontraban). Estaban muy delgados,
barbudos y tostados por el sol. Un oficial del puente, por medio de un megáfono les habló, les
preguntó en varios idiomas y repetidas veces…, si necesitaban agua o alimentos,
atención médica o instalarlos a bordo y
remolcar su embarcación etc. etc. En pocas palabras ofreciéndoles la ayuda
solidaria que en estos casos (de
probable emergencia) es menester. Todo ello fue negado por aquellos dos hombres
por medio de gestos inequívocos y reiterativos,
los que a pesar de su delgadez se les veía saludables y sonrientes. Al final el oficial, perplejo y vencido, les desea buen viaje, les
dice adiós, que todos nosotros solidariamente también hacemos con las manos
y de inmediato partimos. Quedamos observándolos un rato
hasta que se convirtieron en un punto que luego desapareció, en medio
de ese inconmensurable océano, lejos de
las costas, lejos de todo, con una soledad difícil de comprender, como también
es con nuestra mente el porqué de esa extraña situación…