Juan
Yáñez
Este gobierno (de
Venezuela) le cuesta entender lo que significa ser político. Se pierde en
trivialidades, desperdicia un tiempo precioso y definitivamente no da pie con
bola. La incapacidad es su principal obstáculo, porque no están ni remotamente
preparados para ejercer gobierno. Alcanza esta apreciación al fundador de este desatino de
inconmensurable improvisación, quien no tenía ni la capacidad y menos aún la
claridad de ideas u objetivos. Una mezcolanza hipocondríaca de “restaurador de
leyes”, de “salvador del mundo”, o cualquier otro disparate, propio de una
mente descompuesta. Surgió como un
fenómeno del destino y aprovechó la oportunidad de tener una abultada chequera,
que estaba allí y la dispuso a su ignorante seso. Los resultados son imposibles
de refutar, aunque lo han intentado y la respuesta ha sido un abominable
insulto a la inteligencia, un desprecio sin límites a la verdad, propio de
forajidos o delincuentes. Ahorita, hay en las filas chavistas quienes pretenden marcar distancia y dicen que la culpa la tiene ese
infeliz que heredó el ”rollo”, cuando
ellos están en el mismo “merengue” desde que empezó esta insensatez, que ya
lleva tres lustros y aún sigue.
Los
argentinos, pródigos en el lenguaje paralelo, aquel que es comparativo con los
vocablos correctos y que parten de la vulgaridad del hablar de la calle, tildarían a este gobierno
(venezolano por supuesto) de “gobierno de joda”; y joda significa para ellos:
broma, torpeza, desfachatez, obscenidad.
Ello es una apreciación personal y otra cosa es lo que Laureano ve, aunque por allí va la intención, como una salida a la necesidad
que tienen los periodistas o columnistas de opinar en este berenjenal político
en que se ha convertido Venezuela, donde se persigue hoy más que nunca a
quienes disienten y en estos tiempos se apunta especialmente hacia el humor político, que es su especialidad. Aquí
disiente hasta el gato, con sobradas razones y hasta en las propias filas del
chavismo, el canciller Jaua pide a sus compañeros: "dar prioridad a la unidad", lo que significa que no se tolerará discrepancia. Evidentemente esta “recomendación” significa “advertencia”. Se entiende, que chavistas u opositores
están en la mira, a pesar que el alto gobierno insiste en que hay libertad de
expresión. Con ello queda claro, que ni en broma se les ocurran a los que
disienten ponerlo en tela de juicio.
"El humor es la única forma seria de hablar en Venezuela"
Laureano
Márquez considera que el Gobierno intenta censurar a quienes disienten
25 DE
JUNIO 2014 - 11:02 AM EL NACIONAL Caracas
"El
que cree que entiende Venezuela debe ir al psicólogo, porque tiene problemas de
la cabeza", dice el humorista y politólogo venezolano Laureano Márquez.
Se
refiere a una realidad a la que muchos nos enfrentamos a diario en Venezuela:
este país, por mucho que uno intente, es incomprensible. E inexplicable.
Es el
país con las reservas de petróleo más grandes del mundo, pero no hay papel
higiénico. Es a su vez uno de los países más caros y más baratos del planeta. Y
es un país donde, a pesar de las adversidades, la gente se sigue riendo.
Y para
explicar esas contradicciones, sostiene Márquez, "la única herramienta que
nos queda es el humor".
El humor
político en Venezuela, que tiene una rica e histórica tradición de contradecir
a los gobiernos, ha ido perdiendo espacios en los medios masivos de
comunicación durante los últimos años.
Muchos
creen que la razón de esa pérdida es que el gobierno tiene una ingeniosa
estrategia para censurar a quienes disienten.
El
presidente, Nicolás Maduro, niega que haya dicha política y mantiene que en
Venezuela hay libertad de expresión.
Sin
embargo, para otros venezolanos de oposición eso es como un chiste. "Un
chiste malo", dice Márquez, que añade: "Cuando las libertades se ven
amenazadas, el único refugio de libertad que queda es el humor".
"Y
en este momento", asegura el también columnista de opinión, "el humor
es la única forma seria de hablar en Venezuela".
El caso
Chataing
Hace dos
semanas la polémica sobre la censura en los medios de comunicación se reavivó
con la salida del aire del programa del humorista Luis Chataing en la cadena
privada Televen.
Su
partida fue interpretada como una medida de censura del gobierno, que según
algunos ha comprado a través de terceros las más grandes cadenas del país, como
Globovisión y Venevisión.
Maduro
negó las acusaciones e incluso le ofreció un programa a Chataing en el canal de
las Fuerzas Armadas.
Por su
parte, la ministra de Comunicaciones, Delcy Rodríguez, dijo que "Chataing
pretende achacar al Gobierno Bolivariano su despido de Televen sin pasearse por
sus malos chistes y conflictivo historial".
Pocos,
sin embargo, se creyeron que un hombre que tiene 3 millones de seguidores en
Twitter -un millón más que Maduro- salió del aire por malo.
Pero la
pregunta, más allá del caso de Chataing, es qué pueden hacer los humoristas
para trabajar en un país que, si bien necesita del humor, parece tener un
gobierno que no lo tolera.
¿Auge?
Las
dificultades para los humoristas no son nuevas. En 2007, cuando el gobierno no
renovó la concesión del canal privado RCTV, el programa de humor político que
hoy más recuerdan los venezolanos salió del aire: Radio Rochela.
Pero a
pesar de esta situación, el humor en Venezuela se ha mantenido no solo vigente,
sino relevante.
Los
humoristas que hablaron con BBC Mundo coinciden en que, entre más grave la
crisis del país, más argumentos tienen. Y sentencian: el humor no es para
escapar de la crisis, sino para entenderla.
"De
2000 para acá, la gente que sabe -la gente a la que uno le cree- se han ido
cayendo y perdiendo importancia, y el humor se ha convertido en la forma de
entender lo que está pasando", dice el caricaturista del diario Tal Cual,
Roberto Weil.
Internet
y teatro
Sin
embargo, los humoristas se quejan de que sus actos se tienen que reducir a
plataformas que no son masivas en Venezuela, como Internet y el teatro, porque
los medios grandes -dicen- han sido "cooptados por el gobierno".
Juan
Andrés Ravell, director de la paródica página de noticias El Chigüire Bipolar,
admite que la revolución bolivariana ha sido una inspiración para él y sus
colegas.
Ejemplo
de ello son dos otras publicaciones suyas en Internet: Isla Presidencial, una
serie animada, y Pero Tenemos Patria, un informativo satírico.
Sin
embargo, Ravell dice que Internet es una plataforma limitada porque solo llega
a 30% de la población. "Y expandirse a televisión o radio, que son mucho
más masivos, es imposible", asegura.
"Lo
que hacíamos con Chávez ya no lo podemos hacer con Maduro", señala.
"Este presidente (Maduro) parece un poco inseguro de sí mismo".
Y añade:
"Yo antes pensaba que nadie iba a terminar en la cárcel por decir su
opinión, pero ahora que hay gente en la cárcel por eso, se siente algo de
incertidumbre".
Humor en
serio
Otra
coincidencia entre estos humoristas políticos venezolanos es que hablan en
serio: no echan cuentos graciosos, sino relatan la realidad. Que en Venezuela
resulta ser divertida la mayoría de las veces.
Weil, por
ejemplo, dice que desde 2000 sus caricaturas dejaron de ser chistes: "A
medida que la situación se fue poniendo peor, más angustiosa, volví mis
caricaturas una reflexión de lo que veo y lo que siento".
Algo que
comparte Rolando Salazar, conocido como el mejor imitador de personajes
políticos en Venezuela: "El humor no es una propuesta de entretenimiento,
sino una manera de narrar el drama que vivimos a diario".
Sus
imitaciones, más que burlonas, son narraciones de lo que pasa: una de ellas es,
por ejemplo, aquella alocución del fallecido presidente Hugo Chávez en la que
contó por televisión, en medio de risas, sus peripecias durante la inauguración
de un túnel en 2006, ocasión en que la estaba afectado por una diarrea.
Según Márquez,
"una cosa son los chistes, con los que te olvidas de la realidad, y otra
el humor, que es sobre la realidad".
Márquez
suele compartir escenario con el analista político y económico más famoso (y,
para muchos, de los más serios) del país: Luis Vicente León. En el show, que se
presenta en teatros del país, analizan la realidad nacional en clave de humor.
"Yo
siento que el humor es una especie de estrategia para poner en la mente de los
venezolanos la necesidad de cambiar", dice León.
Y
concluye: "Esa es una gran oportunidad, porque la gente, cuando se ríe, no
sólo abre la boca, sino que abre algo mucho más importante: la mente".