El gigante venezolano ha sido inspeccionado 1.835
veces por el Gobierno
Produce 1,6 millones de toneladas de alimentos y
genera el 3% del PIB no petrolero del país
EWALD SCHARFENBERG 10 ENE 2015 –
EL PAÍS Madrid
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El presidente de Polar, Lorenzo Mendoza, ayuda a preparar una arepa gigante en un acto celebrado en Caracas en 2011. |
Empresas Polar se jacta de generar el 3% del PIB no
petrolero de Venezuela y de contribuir con 4% de los impuestos no procedentes
del crudo. Además, con 29 plantas de producción en todo el país, su capacidad
industrial solo es equiparable con la de la petrolera estatal PDVSA. Pero estas
cifras, por elocuentes que sean, no alcanzan a expresar suficientemente la
importancia que esa corporación familiar, fundada en 1941, tiene no solo en la
economía venezolana, sino hasta en la cultura popular.
Como otros emporios en la región, el grupo tiene
origen en la producción y comercialización de cerveza, un negocio pingüe en
Venezuela, un país de clima cálido, altos ingresos y, sobre todo, buenos
bebedores: todavía en 2012, los venezolanos aparecían en el octavo lugar del
ranking mundial de consumidores de cerveza, con 85,5 litros per cápita
al año —un hábito y un mercado a los que, en buena medida, Polar contribuyó a
dar forma—.
En 1960, Polar consiguió industrializar la
producción de la harina precocida de maíz para preparar la arepa, el pan
venezolano. Es probable que cualquier habitante del país, de cualquier
condición social, consuma a diario algún producto de las 38 marcas de Polar. En
la actualidad el grupo de empresas organiza sus negocios en tres áreas
—cervezas, alimentos y bebidas, este último nucleado en torno a su asociación
con la multinacional PepsiCo—. Solo en alimentos procesados, en 2014 se calcula
que Polar producía el 24% de los volúmenes que se consumen en todo el país. De
vinos a agua, de detergentes a pastas, de gaseosas a alimentos concentrados
para animales, medio centenar de productos figuran en su catálogo.
Sin embargo, la omnipresencia de Polar en la vida
del país —es además el principal patrocinador de los espectáculos deportivos
más populares, y financia una de las fundaciones filantrópicas más grandes de
América Latina— inevitablemente la expuso a las turbulencias políticas de los
últimos 15 años. Durante décadas el grupo encarnó, en el imaginario de la
izquierda local, la figura del empresariado oligárquico. Por eso no extraña
que, desde la llegada del chavismo al poder, en 1999, haya sufrido permanente
acoso.
La empresa fabrica 1,6 millones de toneladas de
alimentos al año
“Un monopolio con forma de pulpo”, lo llamaba en un
titular de 2010 el portal Aporrea, portavoz del chavismo más radical. El mismo
comandante Chávez hizo recriminaciones públicas al grupo en varias ocasiones,
hasta llegar a amenazarlo con la expropiación. La empresa tiene que lidiar
constantemente con los controles de precios oficiales, las trabas en la
concesión de licencias de importaciones o en el acceso a divisas para el pago
de proveedores, contratiempos que lastran la eficiencia de sus operaciones. De
vez en cuando algunos sindicatos internos, dirigidos desde el oficialismo,
plantean conflictos laborales que afectan la producción. En su Informe de
Alimentos, colgado en la web corporativa, Polar contabilizaba, de marzo de 2008 a noviembre de 2014,
1.835 inspecciones de autoridades gubernamentales a sus instalaciones.
Aunque resulte paradójico, el áspero entorno para
los negocios en Venezuela —una auténtica rémora para cualquier emprendimiento,
de la escala que sea— ha servido para comprobar la solidez del grupo. Aún
sintiendo el aliento del Gobierno en la nuca, sigue siendo capaz de producir
1,6 millones de toneladas de alimentos al año y facturar al año alrededor de
2.400 millones de dólares (2.033 millones de euros), un cálculo grueso y muy
determinado por el complejo esquema de paridad cambiaria vigente desde 2003.
Su dueño está en el puesto 464 de la lista Forbes
de las mayores fortunas
El desafío también se produce en el campo de la
reputación corporativa. Mientras en Venezuela se agrava el desabastecimiento de
productos de consumo básico, varios portavoces gubernamentales apuntan con
frecuencia a Polar como cómplice de la presunta “guerra económica” que se
fraguaría en su contra. En recientes intervenciones televisadas, el presidente
Nicolás Maduro insinúa que el consejero delegado de Polar, Lorenzo Mendoza
Giménez —a quien se refiere con el mote de El Pelucón—, se prepara para hacer
su incursión en la política como líder de la oposición.
Mendoza Giménez, de 50 años, cabeza visible de la
tercera generación de la familia fundadora, niega tales intenciones. De bajo
perfil, apareció en el puesto 464 de la lista de Forbes de las 500 mayores
fortunas del mundo en 2014. La revista le atribuye un patrimonio de 3.500
millones de dólares.
En mayo de 2013 Mendoza tuvo que hacer una inusual
aparición en la televisión nacional. En ese momento, en el marco de los
diálogos que propulsaban el Vaticano y Unasur, y ante la escasez de productos
alimenticios que ya empezaba a mostrar su crudeza, fue convocado por Maduro a
una reunión. A la salida, Mendoza ofreció su versión sobre el cónclave, en el
que, si bien daba la bienvenida a la concertación, no vaciló en asegurar cómo
Polar producía a plena capacidad mientras otras empresas del sector alimenticio,
la mayoría en manos del Estado, estaban paradas o trabajaban a medio gas. Su
corta alocución dio al público venezolano pistas para entender por qué, a pesar
de tanta diatriba, el chavismo ha contenido su apetito expropiatorio frente a
Polar: si diera el último paso, el Gobierno —que ya tiene que importar 10
millones de toneladas al año— se quedaría con la única fuente de alimentos en
la que se puede confiar.
Concentrada en defender su bastión local, Polar no
ha descuidado su estrategia de paulatina internacionalización. Desde 1996 tiene
operaciones en Colombia, donde produce 60.000 toneladas de harina precocida y
vende alrededor de 120 millones de dólares al año. En 2010 terminó una planta
para la producción de maltas en el estado de Florida, Estados Unidos.
Otro alcance tienen sus alianzas con jugadores
internacionales. En 2010 fundó Pascual Andina en sociedad con el español Grupo
Leche Pascual, con el objetivo de atender el mercado de la costa pacífica de
Sudamérica, y que ya comercializa la marca MiGurt en Venezuela. Un año más
tarde entró a participar en el grupo GEPP para crear, junto a Geusa y Pepsico,
una de las mayores embotelladoras de gaseosas en México.