Lissette Bustamante (¿Acaso existen dos Cubas: la de Fidel y la de Raúl?) |
Serie "La política disoluta"
Raúl Castro a la sombra de Fidel.
Un libro a revisitar ante el “neoleninismo” desesperado del menor de los Castro
, Miami | 07/01/2011
Cuando en la primavera del 2010 leí y reseñé para Linden Lane Magazine el libro Raúl Castro a la sombra de Fidel no imaginé que las impresiones de primera mano de la autora sobre las diferencias de Raúl con Fidel fueran corroboradas apenas cuatro meses después por el personaje objeto de su libro.
El hecho de compartir con la autora similares referentes históricos y culturales me facilitó en aquel entonces entender las circunstancias socio-ego-políticas “cifradas” en las 457 páginas de este testimonio sobre sus avatares como periodista de los hermanos Castro —con cierto síndrome de Estocolmo incluido—, que Lissette Bustamante se arrancó de su disco duro de periodista “kamikaze” para compartirlo con sus lectores, y advertirles sobre quién es ese Raúl que recién ha desatado el pandemónium de los cambios económicos “neoleninistas” en la Isla , con despidos masivos incluidos.
Ese socialismo que Raúl ahora pretende “actualizar” es un concepto esencialmente económico, basado en la propiedad estatal sobre los medios de producción y servicios, donde el Estado deviene en un explotador más feroz que los propios capitalistas —prueba de ello es la supresión de los aguinaldos y del derecho a la huelga, la apropiación de la plusvalía de cada trabajador a todo lo largo y ancho de la anti-república, el ocultamiento de los impuestos a los salarios, ya de por sí míseros, de donde ha salido el presupuesto para la supuesta “gratuidad” de la salud y de la educación (una de las más grandes mentiras del sistema); y la total manipulación de los sindicatos por el Partido Comunista—, así que el regreso a la pequeña propiedad privada es un reconocimiento tácito del fracaso del concepto del propio sistema como tal, cual Lenin en su temprano umbral.
La “NPE” (“Nueva Política Económica”) fue un desesperado esfuerzo de Lenin para evitar el colapso del sistema bolchevique, luego de su mal ideada zambullida en el colectivismo forzado, causante solo de hambre y de caos; fue sencillamente una política de retirada, de una colectivización impracticable a un capitalismo de estado, no a un capitalismo de libre empresa o de mercado libre. Y no debemos olvidar que el capitalismo de estado es el sistema económico que permite la propiedad privada por tolerancia, y en condiciones tales que puede siempre ser restringida desde arriba, sin proporcionar al pueblo resguardos, dentro de la misma estructura, contra los abusos de un poder arbitrario, ni siquiera contra la ex-propiación. Capacita al Estado para poner en libertad las potencias dinámicas inherentes a la empresa privada, y luego, cuando considera que es el momento oportuno, a recoger para sí mismo los resultados fecundos. Se relaciona mucho más íntimamente con el fascismo y con el comunismo totalitario que con el capitalismo de la libre empresa, así que no nos llamemos a engaño, para poder descifrar bien hacia dónde pretende enrumbar Raúl el averiado “Cubanic”, después de su interminable choque con el iceberg castrista, ya que cuando un dictador comunista se ha enfrentado a una crisis de producción, ése ha sido su exacto proceder para obtener resultados, pero en circunstancias que protejan el monopolio de autoridad absoluta del estado.
Lissette Bustamante tiene el mérito enorme de haber logrado escribir un testimonio bien documentado y preciso sobre su cercanía a los dos hermanos, que luego de “tamizado”, funciona como un utilísimo manual para diferenciar a Raúl de Fidel, y verlo como el menor de los dos males, al no quedarnos más remedio que aceptarlo tras la enfermedad del mayor, y sobre todo cuando se produzca su baja técnica, esperada con tanta impaciencia por la palmas.
Se necesita coraje y ovarios para que una mujer sola, incomprendida y batuqueada por ambos bandos, se haya decidido a escribir este libro, donde rompe el fuego nada menos que con una carta al heredero, donde va mucho más allá de interceder por sí misma para poder ejercer ese derecho humano inalienable que es entrar y salir libremente de su país —ya ha podido ir a Cuba dos veces después de la publicación del libro—, al confrontar sin tapujos a su destinatario cuando le dice, sobre el caso Ochoa: “allí pronunció un discurso desastroso y ridículo, tal vez el más lamentable y difícil de toda su vida”, y le menciona después a José Abrahantes, “quien poco después murió en la cárcel en extrañas circunstancias”.
Lissette menciona en su carta a Raúl una frase de la periodista italiana Oriana Fallaci, ya fallecida —con quien varias veces la comparara Raúl—, que resume su conducta en el exilio: “La desobediencia hacia los prepotentes siempre la he considerado como el mejor modo de usar el milagro de haber nacido”.
Ya en el cuerpo del libro, la periodista desgrana con total profesionalismo y abundante documentación toda una serie de eventos interrelacionados de un modo u otro con el caso cubano, que van desde los procesos en el ex-Campo Socialista hasta los cambios hacia la economía de mercado realizados por China y Viet Nam, “estudiados y analizados con mucho cuidado por los hombres de la confianza de Raúl”, preclara señal de lo que se avecinaba a finales del 2010.
Valiente Lissette cuando afirma de Fidel: “Ha sido un mago del poder. Ha hecho aparecer y desaparecer a los seres humanos. A todo aquel que le ha molestado lo ha evaporado”; cuando dice: “Raúl tiene ahora la posibilidad de dejar de ser, por unos años, el ‘bellaco’ de los Castro”, y cuando afirma: “El agua sulfurosa de la película Alicia en el pueblo de Maravillas la hemos bebido casi todos”.
La “muchachita de la televisión” de Fidel le salió mucho más que “preguntona” —reproche que le hizo a Lissette el dictador en su primer encuentro por haber abogado ella por Silvio y por Pablo—, para luego convertirse en su periodista —con menos de treinta años—, hasta que en 1988 Lissette dejó de decir: “Comandante en Jefe, ordene”, y Castro I la puso en el “Plan Pijama”: en casa, apartada de sus funciones, pero cobrando el salario mensual.
“El miedo es el camino al lado oscuro”, cita Lissette del maestro Yoda, como clara señal de la transparencia que la obsede, y que para mí constituye una de sus más grandes virtudes, recurso a la vez para tratar de escapar de ese lado oscuro y velado, donde nada cubano ni humano le es ajeno.
Lissette continúa sin quitar el dedo del renglón, poniendo tildes a diestra —y a veces, a siniestra—. Detalla las ventas millonarias de los Estados Unidos a Cuba, pica y se extiende sobre el fallido tema del Plan de Perfeccionamiento Empresarial de Raúl —páginas que pueden ser editadas sin consecuencia alguna porque muy poco aportan a la revitalización de una economía ya cadáver, prueba de lo cual es la actual zambullida del régimen en la pequeña propiedad privada como tabla de salvación—; habla de una supuesta “perestroika pinareña”; del robo generalizado al Estado, del desprecio de Fidel por la cultura cubana; todo ello desde su historia personal de cuando vivía en la Isla , “la mejor manera de interpretar las cosas, en este caso, la Revolución Cubana ”, según la opinión de Edmundo Desnoes, citada por la autora.
Sobre la “reconciliación” de los cubanos de un lado y de otro, Lissette recomienda “que hay que conversar, ya se está conversando”, lo cual consideré un intenso deseo sublimado de la autora ante un régimen sordo que nunca iba a dar su brazo a torcer, pero los recientes acontecimientos le han ido dando la razón: se han ido liberando los presos de conciencia, y ahora ya vienen los cambios económicos, que aunque no resolverán el problema por completo, al menos “le darán agua al dominó”.
En el capítulo 19, “Y después de Fidel, ¿qué?”, Lissette se muestra bastante indulgente con su antiguo segundo jefe, y sobre el país que ha heredado, con comentarios como éstos:
– “Con mayor o menor entusiasmo, todo indica que la inmensa mayoría de los cubanos reconocen los beneficios que la Revolución trajo a sus vidas, más allá de las críticas”.
– “En cualquier otro país del mundo, si Raúl no hubiera vivido bajo la sombra de su hermano mayor, se reconocería que es una figura de grandes logros profesionales…”
– “Raúl, en medio de la grave y desesperante crisis de 1994, rompió públicamente con Fidel y abogó por la liberalización de los mercados agrícolas”.
– “…el sistema de salud cubano puede brindar mejores lecciones al estadounidense”.
Pero la periodista kamikaze vuelve a contradecirse cuando escribe: “Los sentimientos más extendidos son la desesperanza, la desconfianza, la falta de ilusiones y el agotamiento. Irse del país o vivir fingiendo son las alternativas más comunes”, y “No hay dudas de que el período revolucionario deja una capital en ruinas, irrecuperable en su mayor parte”.
Coincido con la autora en que sus letras son… “un intento de exorcismo”, pero la alerto contra la trampa de la nostalgia, de esa nostalgia por una Cuba que ya no existe, porque la juventud no vuelve ni los viejos amigos tampoco; y si al fin Raúl Castro la dejara regresar (como al fin sucedió, tras quince años sin dejarla entrar), solamente encontrará las ruinas de sus recuerdos; y la alerto también contra su evidente añoranza por el protagonismo ejercido como periodista de los hermanos Castro: “(…) no niego que ha sido importante andar y desandar una parte importante de los laberintos del poder castrista”.
Como “Anexos” del libro, aparece una especie de bitácora parcial, y por tanto incompleta, de Raúl Castro, que no obstante, nos refresca sus tempranas filias comunistas, y su manía de pedir pena de muerte hasta para los propios.
Los hechos finalmente le han ido dando la razón a Lissette —cuando insistía en el pragmatismo del hermano menor—, pues efectivamente Raúl ha aceptado soltar paulatinamente a los 52 presos de conciencia remanentes de la Primavera Negra del 2003, lo ha estado haciendo, y ahora ha emprendido las reformas económicas tan largamente esperadas, aunque las liberaciones sean en realidad destierros, y dichas reformas una tardía neo-NEP leninista que evidencia el rotundo fracaso de la llamada “Ofensiva revolucionaria” de 1968.
La “muchachita de la televisión” de Fidel ha sufrido mucho, pero para que este “exorcismo” sea totalmente efectivo, necesita bajarse de ese muro del Malecón virtual en que haya autoatrapada, sin poder caminar a gusto ni por Galiano ni por Collins Avenue, y aceptar de una vez el exilio como un proceso enriquecedor, tanto para su presente como para su futuro, como deberíamos verlo todos aquellos que un día tuvimos que abandonar el barrio de nuestra infancia para cruzar otros meridianos y/o paralelos.
Una esquina de La Habana actual Material gráfico: librosnaulan.es chavatoscopio.wordpress.com tayosycentellas.net |
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