Foto: Stock.xchng/Creative
Juan Yáñez
Recientemente
y de visita al añorado Buenos Aires, zanganeando por la avenida Corrientes, hoy
cambiada pero aún inconfundible por lo mucho que aún ha quedado y con el mismo
trajín de antaño, me encuentro al cruce de una esquina con una cara que no
podía pasar por alto.
Me detengo ante ese individuo y frente a
frente nos observamos. No se precisó mucho para que reconociéndonos
nos confundiéramos en un efusivo abrazo. Era Tomás, fiel amigo de épocas lejanas, desencontrados por las circunstancias. Hace muchos años y todavía jóvenes, ávidos de incursionar en enseñanzas espirituales, habíamos formado parte de un círculo que de ello trataba.
nos confundiéramos en un efusivo abrazo. Era Tomás, fiel amigo de épocas lejanas, desencontrados por las circunstancias. Hace muchos años y todavía jóvenes, ávidos de incursionar en enseñanzas espirituales, habíamos formado parte de un círculo que de ello trataba.
En
aquella época estaba de moda libros sobre el
tema y entre ellos se destacaban los de Lobsang Rampa. Triste decepción resultara al
descubrirse posteriormente que ese autor no era un autentico monje tibetano que relatara sus aventuras en sus libros, sino un simulador que formaba parte de un negocio editorial.
Coincidió el encuentro con Tomás, en una fría tarde lluviosa de agosto y conversamos en una mesa del café La Paz que aún existe en la calle
Corrientes de Buenos Aires.
Hablamos de muchas cosas, de mi vida y de
la suya, tan llena de acontecimientos por demás interesantes, refirió en especial Tomás, sobre una experiencia que le tocara vivir y que le afectara en no poca medida.
Comenzó su relato hablando de un particular
personaje que se escondía bajo una falsa atmósfera de elevada espiritualidad y
bajo su influencia fuera sometido a experiencias poco gratas y humillantes durante
años. En ese tiempo vivió integrado a una demoníaca secta, liderada por el sujeto de referencia, hasta que finalmente lograra
desertar.
Este falso maestro, evidentemente un psicópata, empleaba estudiadas
actitudes para hacer creer que su persona es la reencarnación de connotados y
supremos maestros espirituales. Cínico en sus propósitos, propios de un vulgar embaucador no exento de torpeza, quedaba claro que a veces sus pretendidas “reencarnaciones” se
superponían al coincidir sus existencias en fechas similares. Esto no lo intimidaba en absoluto, más aún, lo utilizaba para elevar sus cualidades pseudo-espirituales, señalando que
siempre poseyó varios cuerpos existiendo al unísono y que aún poseía esa propiedad.
Nuestro
amigo, según nos relata con el tiempo logro descubrir la farsa de este
malhechor y encontrar el momento para abandonar la secta. Necesitó tiempo para superar las amenazas latentes más los daños psicológicos que aún subsisten. Nos habló de
otros que son sometidos y abusados por este falsa institución que aún
sigue activa.
Increíble
nos resulta este relato que parece un argumento para una película de terror.
Tomás pone énfasis en todo lo relatado y es suficientemente veraz en su exposición por lo que no logro encontrar el menor atisbo de duda en su historia.
Estas historias son sobradamente conocidas en las crónicas de sucesos del mundo entero y existe suficiente información perfectamente documentada de actos abusivos cometidos por estas organizaciones lideradas por criminales y amparadas con visos de legalidad y altruísmo.
Estas historias son sobradamente conocidas en las crónicas de sucesos del mundo entero y existe suficiente información perfectamente documentada de actos abusivos cometidos por estas organizaciones lideradas por criminales y amparadas con visos de legalidad y altruísmo.
A pesar de todo lo verosímil que me
resulta en lo personal lo aquí escrito, estimo que no deja de ser para algunos algo
fortuito o insondable. Sin embargo marca un alerta que no debe desdeñarse y me
parece oportuno que sirva como introito para un artículo de utilidad social, firmado por Pablo Huerta y forma parte de http://id.tudiscovery.com/
20 CLAVES PARA DETECTAR A UN PSICÓPATA
Por Pablo Huerta.
Hay una frase que dice: “No son todos los que están, ni están
todos los que son”. Se refiere a que ni todos los que están en un hospital
psiquiátrico son ‘locos’, ni todos los locos que existen están encerrados.
Psicópatas hay en todas partes: manejando un transporte público, administrando
una empresa o gobernando un país. Allí, donde menos se los espera puede haber
alguien que padece una psicopatía: un trastorno antisocial de la personalidad.
Claro que esto no implica necesariamente que esas personas sean ‘malas’,
simplemente que no sienten empatía por el prójimo ni remordimiento por sus
actos, con todo lo que esto significa. Viven bajo sus propias reglas, y solo
sienten culpa cuando rompen con su código.
Para los psicópatas las personas son cosas, objetos que sirven
para satisfacer sus propios intereses. Si su ‘programación’ no implica lastimar
al otro, no lo harán. Y podrán vivir en comunidad porque comprenden los códigos
sociales. Se adaptan. Lo terrible sucede cuando no pueden evitar hacer daño.
Pero la mayoría no comente delitos, aunque no tienen reparos en mentir,
manipular o lastimar para conseguir lo que tienen en mente.
Cuando sí delinquen, desde un punto de vista penal, como
conscientes de sus actos, son imputables. Pero a diferencia de un reo normal,
no existe posibilidad de corregir su conducta por lo que la rehabilitación se
basa en fomentar una forma de vida que les reporte beneficios y evite penas.
20 CLAVES PARA DETECTAR A UN PSICÓPATA
Faceta interpersonal:
1. Tienen gran oratoria y encanto. Son simpáticos y
conquistadores en primera instancia.
2. Poseen una autoestima exagerada. Se creen mejores que el
resto.
3. Mienten patológicamente. Engañan sobre todo para conseguir
beneficios o justificar sus conductas.
4. Se comportan manipuladoramente. Y, si son lo suficientemente
inteligentes, los demás no notarán estas conductas psicopáticas.
Faceta afectiva:
5. No sienten remordimiento o culpa. Jamás se sienten en deuda.
6. Afectivamente son frívolos y superficiales. No conciben
emociones, aunque pueden simularlas llegado el caso.
7. Les falta empatía. Son indiferentes. Y hasta pueden
manifestar crueldad.
8. Tienen una incapacidad patológica para asumir su
responsabilidad en los hechos. No aceptan sus errores. Por ello raramente
solicitan una asistencia psicológica, ya que para ellos el problema siempre lo
tienen los otros.
Faceta estilo de vida:
9. Necesitan constantemente estímulos. Caen con facilidad en el
aburrimiento.
10. Les gusta un estilo de vida parasitario.
11. Actúan descontroladamente.
12. Carecen de metas realistas a largo plazo. Viven como
nómadas, sin dirección.
13. Se comportan impulsivamente. Con recurrentes actos no
premeditados. Sumada una falta de reflexión sobre las consecuencias de sus
acciones.
14. Son irresponsables.
Faceta antisocial:
15. Tienden a delinquir durante la juventud.
16. Muestran problemas de conducta desde la niñez.
17. Padecieron la revocación de su libertad condicional.
18. Cuentan con versatilidad para la acción criminal. Tienen
predilección por las estafas y los delitos que requieran de la manipulación del
otro.
Otras no incluidas en ningún factor ni faceta:
19. Tienden a una vida sexual promiscua. Con varias relaciones
breves y mantenidas simultáneamente. Les gusta compartir abiertamente sus
proezas sexuales y conquistas.
20. Acumulan muchos matrimonios de corta duración. No se
comprometen a largo plazo, por la informalidad con la que se plantean el
vínculo.
Estos ítems constituyen el popular método PCL (Psychopathy
Checklist) desarrollado por Robert Hare, doctor en Psicología y profesor de la Universidad de
Columbia Británica en Canadá. Se puntúa cada atributo de cero a dos, y para el
correcto diagnóstico se suma una entrevista semiestructurada y el análisis del
historial del paciente. Según Hare, el uno por ciento de la población es
psicópata.
Incluso a temprana a edad puede darse el caso. Según el
psiquiatra forense John MacDonald hay una triada que podría evidenciar una
futura personalidad psicopática: el maltrato animal, la piromanía y la enuresis
-la persistencia de hacerse pis sin control pasado el tope de los cuatro o
cinco años de edad-.
En la sociedad ya quedó instaurada, gracias a Hollywood, la idea
de que todos los psicópatas son como Hannibal Lecter o Dexter –encantadores,
por cierto-. Pero está claro que no hace falta descuartizar a alguien para
estar orate. Así que mejor estar atento a quienes te rodean. No sea el caso de
estar sufriendo de una alocada manipulación y no haberte dado cuenta aún.
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